domingo, 27 de mayo de 2012

Comer en ops: MRE vs. comida liofilizada

Pongámonos en situación. Tenemos que plantarnos fuera de la civilización durante dos, tres, cuatro días si la cosa se pone seria, vivir de lo que llevemos con nosotros y quizá exponernos a un desgaste severo.  Debemos prescindir de lujos como descansar y comer plácidamente, con calma o cuando nos apetezca: en el mejor de los casos tenemos que hacer como si no hubiésemos estado ahí. En el peor, evitar que otros que andarán por ahí con la intención de jodernos lo consigan.



Como somos gente sana, de dieta aceptable y libre de transtornos alimenticios, asumimos que nuestro cuerpo tiene reserva de energía para afrontar ejercicio intenso durante un par de jornadas sin que nos de un pallá. No será necesario observar un régimen complejo ni hacer malabares con proteínas, grasas, hidratos o sales.

Para un evento o una salida podemos cargarnos de un mix de sandwiches de chorizo, jamón, queso o media empanada de zamburiñas, nuestro estómago no se resentirá. Son fáciles de elaborar, ocupan poco espacio, pesan menos y son baratos. No nos alegrarán el par de minutos que tengamos para deglutirlos, pero podemos vivir con ellos.

Sin embargo, si hace un frío del carajo, llueve y se mojan, si acaban haciendo una bola de papel albal y barro con algo de fiambre y pan dentro, pueden darnos una vida muy miserable. Y no es agradable en absoluto estar en el puto culo del mundo, aguantando las de Dios con los huevos de corbata comiendo una mierda fría, cansina y deteriorada.



Ahí es donde entra en juego esta comparativa: un par de soluciones diferentes, no específicamente diseñadas para el uso que le vamos a dar y que por tanto ninguna es perfecta.


Comida liofilizada:


 Sin entrar en mayores explicaciones, se trata de platos envasados al vacío y deshidratados, originalmente pensados para la montaña. La muestra es una sugerente pasta estilo milanés facturada por Aptonia, marca de Decathlon. Dentro de su categoría se coloca en la gama baja.



Pesa 120 gramos, aporta 462 kilocalorías y su precio ronda los 6 euros.

Para preparla necesitaremos algo más que su bolsa:



En la "versión deluxe" incluimos dos cubiertos, un cazo y su asidero, cubiertos, el conjunto de hornillo (en bolsa negra) y un encendedor.



Todo cabe, aunque no muy ordenado, en un pouch utility de PLCE.



Para hacer que el contenido de la bolsa sea comestible, es necesario verter en ella agua caliente, 230 ml en este menú.
Montamos el hornillo para poner al fuego el cazo y esperamos a que alcance temperatura. No es necesario que hierva.

Contra: no siempre podemos permitirnos encender alegremente una llama.

La preparación no tiene más ciencia que abrir la bolsa y verter en ella el agua caliente.



Doblamos el zip de cierre para que el calor quede concentrado junto al contenido y agitamos para que quede convenientemente mezclado, salvo que queramos disfrutar de delicioso polvo mezclado con masa pastosa, algo que nos puede matar de asfixia y asco a la vez.

Durante la prueba la temperatura ambiente rondaba los 25º, con lo que el proceso se hace breve. Como el fuego del hornillo es constante mientras haya combustible, podemos alargarlo lo necesario si hiciese verdadero frío.



Es posible degustar la pasta directamente desde la bolsa, ayudados por los cubiertos o directamente con la mano. Esto último puede ser molesto si las tenemos muy sucias.



La otra opción es hacerlo sobre un plato... con la contra de que tendremos que lavarlo después, con agua o sin ella.

Conclusión.

La comida liofilizada es comida normal. De la que haríamos en casa, de bote, si no tenemos ganas de comer decentemente. Esto, si estamos en el campo y nos coge con el paso cambiado, puede ser ambrosía de los dioses. Con hambre entra divinamente y sin ella, se deja comer. Suelen ser platos de cocina internacional que todo europeo occidental aprecia, no hay grandes exotismos y se agradece echar el diente a algo que recuerde a casa.

Su aporte calórico es escaso:  460 kcal, cuando podríamos consumir en un día más de 3000. Esto no significa que vayamos a morir de hambre si nos alimentamos de estas bolsas ni nada parecido, pero llevar tres platos para cada día no está de más. No se trata de una comida "que llene" y su digestión es amable. Esto la indica especialmente para tomarla y seguir adelante sin pausarse.

Transportarla no es complicado pese al hornillo y su bombona de gas, pero hay que hacerlo con cierto cuidado: si los menús pueden soportar un trato rudo, la bolsa con los útiles de cocción necesitan ser protegidos.
Genera pocos residuos, pero puede ser neceario limpiar algunos componentes después de comer. Al no ser desechable también exige tener en mente que tal como lo hemos sacado tiene que volver a entrar.

MRE.

La muy popular ración de combate americana, ideada como un menú completo de varios platos para una comida. Hay muchísimas otras raciones militares, pero la mejor característica de la MRE es que sea autocalentable y no necesite agua.



Su peso se eleva hasta los 700 gramos, aporta más de 1000 kilocalorías y su precio oscila. Hablamos de un material cuya venta no está permitida y que por tanto varía según su negro mercado. No es complicado encontrarlas por internet, pero no las veremos en supermercados y su calidad y estado pueden variar. Los precios medios van de los 10 a 15 euros por unidad.  Salvo que tengamos mucha suerte no podremos elegir los menús.



Abrir el paquete (0) puede no ser sencillo y precisar un navajazo.

Aunque en este ejemplo presentemos el Menu 13 todos se componen del mismo modo:

-Primer plato (2) aquí tortelloni vegetales.
-Plato secundario (3) aquí compota de manzana picante.
-Barra energética (7) aquí una especie de toffee mezclado con mermelada.
-Mantequilla, gelatina o crema de queso (5) aquí manteca de cacahuete.
-Postre (4) aquí galletas crackers.
-Caramelos (6) aquí unos M&M's.
-Bebida en polvo (8) aquí una especie de naranjada.
-Paquete de accesorios (crema, una cuchara, sal, sidra en polvo y más)
-Calentador sin llama (1)
-Bolsa para calentar bebida (9)

En efecto son un montón de cosas. Todo se puede comer frío en caso de que emergencia, aunque verdaderamente se disfruta más calentándolo. Para eso tenemos la inestimable ayuda del famoso (1) flameless ration heather.



Funciona introduciendo determinada cantidad de agua que en contacto con químicos produce calor: introduciendo las demás bolsas en ella será como cocinemos la MRE. Con la temperatura amable del día este proceso se extiende por no más de 5 minutos, pero disminuye dramáticamente si nos vemos entre el frío. Si estamos en torno a 0º será muy complicado que mantenga calor suficiente para todos los platos y tendremos que conformarnos con comer medio caliente.  No hay opción de recalentado, salvo que tengamos un hornillo. Existen raciones para tiempo frío, pero no es tan fácil encontrarla.
 Por contra, en climas muy calurosos podríamos prescindir de ella.



Los dos platos principales (2) y (3). Se introducen dentro de (0) hasta que estén calientes.



Más apetecible de lo que parece, los tortellini ya están en el plato. Podemos precindir de este y llevárnoslo a la boca directamente desde la bolsa, que además conservará mejor el calor.



Como no tenemos una vajilla completa, comemos la crema de manzana en su envoltorio. Es un sabor contundente y novedoso para un paladar continental, una sensación que nos acompaña en la mayoría de las MRE. El como acepte el comensal esta novedad es cuestión muy personal.





Galletas crackers (4) en su envoltorio. Si estamos apegados a nuestros hábitos podemos acompañar con ella los platos principales, pero pegan mejor con crema o queso (5)




Crema de cacahuete en este caso. No será del agrado de los apetitos más frugales, algo que se puede extender a toda la ración, pero aporta muchísima energía y un poderoso sabor.

En este punto hacemos hincapié en una de las virtudes de la MRE: no hace falta comerlo todo de una sentada. Cada componente puede comerse por separado, reservándolo para otro momento. Quizás nos alegre un poco la noche de vigilancia el meterse un bocado de queso cheddar que haya sobrado de la tarde.



First strike bar, una barra energética con la que podría hacerse un explosivo. Densísima, golosa hasta el paroxismo e inestimable aliada para recuperar de un esfuerzo.  No hay nada en un supermercado español que se le pueda comparar.



Caramelos muy similares a los que podemos encontrar en Europa. Existe la superstición de que comerlos acarrea mala suerte, subterfugio para regalársela a los niños civiles que podamos encontrar.



El contenido de la bolsita de accesorios. Sal, especias, cerillas, toallitas húmedas y secas. Cuenta con dos preparados para bebida muy apreciables: una especie de tang de naranja y otro de sidra. No natural estilo asturiano ni achampanada: más bien zumo de manzana muy dulce aderezado con canela. Ambas se vierten en agua y saben a gloria bendita.



Estos son todos los residuos que dejó la degustación. Es mucho. Ofrece una idea del peso y volumen de la MRE, aunque por lo menos no hay latas de metal como si estuviésemos en la Antártida con el Captain Scott.

Conclusión

Meterse una MRE entre pecho y espalda, así de buenas salvo que seas un pantagruel, es una bomba. Si un plato deshidratado es comida normal de ciudad, ésta es comida de verdad, como de pueblo. A un estómago europeo lo sacia de veras, a una mala lo puede indigestar ligeramente.  Su alto contenido en sodio a la vez que bajo en agua y fibra ayuda en esto. En boca puede resultar demasiado fuerte, grasoso y de gusto extraño, aunque depende de quien lo pruebe.  El aporte energético es indiscutible.

La lección importante es que a un buen número de gente no le va a gustar e incluso se le hará desagradable. Naturalmente tales sensaciones van a ser minimizadas por el hambre y el cansancio, llegado el momento. A otros les parecerá incluso divertida de comer y más que apetecible... es importante porque estos platos además de proporcionar combustible tienen que hacerte la vida más agradable, no al revés.

La ausencia de llama la hace viable cuando la discreción es vital, pero el poder calorífico desarrollado es muy limitado.

Su peso y volumen no son desdeñables, y siempre nos queda la opción de tunearlas/aligerarlas a nuestro criterio, aunque el resultado solamente sería apreciable si llevásemos más de de media docena.  Rara vez llevaremos más de tres, no es ninguna locura dentro de una mochila. Las puedes tirar desde un avión, sumergirlas y lanzarlas y seguirán siendo comestibles.

Preparar los platos principales lleva su tiempo, tal vez más del que tengamos. En la otra mano, nos podemos meter en un bolsillo las barritas o los platos secundarios para echarles el diente cuando tengamos ocasión. Hay que tener cierto cuidado de no zampárselo demasiado rápido o el tendremos que lidiar con un estómago pesado. Todo esto hace que no sea la mejor compañera para situaciones tensas o frenéticas!


Comparativa.

Liofilizada.

Pros:

-Apta para todos los gustos y estómagos.
-Calentable y recalentable al gusto.
-Precio y facilidad para hacerse con una, además de elegir qué plato queremos.
-Peso y tamaño muy contenido.
-Rápida de cocinar y consumir.

Cons:

-Llena poco y necesita complementos.
-Necesita hornillo, gas, cazuela y agua.
-Los elementos anteriores necesitan ir protegidos.
-Hace llama.


MRE.

Pros:

-En una sola bolsa hay un montón de cosas comestibles y/o útiles.
-Se puede consumir por partes, en cualquier orden y dejar para después.
-Excelente fuente de energía.
-No hace llama.
-Se puede comer fría y sin agua.
-Indestructible.

Cons:

-Menús americanos que pueden no gustar a todo el mundo.
-Pesada en la digestión.
-Generan gran cantidad de residuos.
-La bolsa calentadora es de un solo y breve uso.
-Cocinar todo el menú lleva tiempo y ocupa espacio.
-Precio más elevado, compra más dificultosa y sin garantía de frescura. Por lo común, comemos el que toque en suerte.

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